La letra no es mía. Salió disparado el trazo de la pluma que pulula entre mis dedos, pero la letra no es mía, jamás lo fue, ni lo es, ni lo serán las palabras que aparecen en el papel. Y es que, fue difícil entender, pero la letra ajena, la letra secuestrada que se forzaba paso entre mi mano era sólo el principio. Ni la letra, ni la palabra, el pensamiento, el suspiro ahogado, la sangre corriendo en la vena o el alma que afirmaba tener eran mías. Era (siempre lo fue) no mía. Jamás fui el nombre portado, ni nada que identificaba como yo, era yo. Soy sólo el cuerpo de una letra que no es mía.