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La voz del pasado contra la ausencia de voz: la importancia de José Joaquín Fernández de Lizardi en el México de su tiempo y la comparativa con la actualidad


Aquí yacen las cenizas del Pensador Mexicano
quien hizo lo que pudo por su patria

Leer los apuntes biográficos de José Joaquín Fernández de Lizardi fue una experiencia inesperada. Indudablemente esperaba la estructura predeterminada que las biografías de un literato suelen tener: niñez, juventud, adultez y obras destacadas. Atribuyo parcialmente mi sorpresa al ameno estilo de Luis González Obregón, quien relata la vida de Lizardi como quien cuenta la travesía de un héroe, incluyendo anécdotas que muestran el temple del mismo. Sin embargo, lo más interesante y sorpresivo fue la vida del autor, con quien inadvertidamente ya había tenido contacto mediante su obra, la versión resumida de El Periquillo Sarniento que fue distribuida de forma gratuita cuando cursaba la primaria. Desde las primeras líneas de la biografía estaba consciente de qué estaba leyendo sobre la vida de un escritor, pero conforme avanzaban los párrafos, me di cuenta de que sería ofensivo reducirlo a escritor ya que fue un hombre multifacético que logró tener un gran impacto en la sociedad de su tiempo.
Fernández de Lizardi fue, de acuerdo a González (1888), “delgado, de color moreno”, un hombre culto, de familia de clase media baja, que logró con dificultades hacerse de un poco de educación y terminó siendo una figura clave del periodismo y la independencia mexicana de 1810. Estudió latín, filosofía y teología, pero no pudo cursar estudios superiores por la muerte de su padre.
El contexto del México de su tiempo fue uno turbulento y que comenzaba a dar los primeros indicios de un descontento social tan grande que llevaría a la guerra de independencia. Pese al creciente uso de la imprenta y la popularización de periódicos como el Diario de México, había una censura entre los escritores de la época que los orillaba a evitar la crítica y alabar a las autoridades españolas. Fue, en esos tiempos, Fernández de Lizardi uno de los pocos que se atrevieron a expresar su opinión sincera, ofendiese a quien ofendiese.
El país de su tiempo tenía amplias oportunidades de mejora, y considero que fue el compromiso social de Lizardi con su sociedad la que lo llevó a expresar su opinión y denunciar los abusos, aunque ello atentara contra su seguridad, su salud y su vida. Una buena parte de sus apuntes, el biógrafo se dedicó a recapitular los esfuerzos de Lizardi para mantener vivos y en circulación sus folletos, pese a las restricciones y órdenes de arresto.
Naturalmente, los folletos por si mismos no son capaces de lograr un cambio en el pensamiento de los lectores o intelectuales sin una mente prodigiosa detrás de las palabras. Considero que ese fue uno de los principales motivos por los cuales su existencia y acciones perturbaron tanto a autoridades, iglesia y conservadores: fue un hombre con mucha visión, observador, capaz de darse cuenta de las necesidades de la nación, de la falta de educación y valores en la población en general, de la corrupción de los españoles al poder, de la hipocresía y traición de los escritores de la época quienes dedicaban elogios al gobernante en turno.
Estoy convencida de que, así como Fernández seguro logró abrirle los ojos a más de un mexicano oprimido, fue uno de los ejes intelectuales de la independencia. Se sabe que solía frecuentar la casa de Doña Josefa Ortiz de Domínguez, quien a su vez fue parte clave y conector de otros personajes quienes tuvieron una participación crucial en la ejecución de las conspiraciones independentistas (Raffi-Béroud). Dice su biógrafo que al final de la guerra de independencia, se volvió encargado de la prensa insurgente, pero pronto descubriría que México y el gobierno era el mismo, solo habían cambiado los nombres. Denunció que no se habían abolido privilegios ni corrupción, y que aún el gobierno usaba a la iglesia como un medio para reprimir y contener al pueblo. Dichos actos le valieron la excomulgación, que le apartó de conocidos y amigos quienes tenían, como católicos, prohibido acercársele.
Lizardi contribuyó a sentar las bases del México actual, pero la realidad es qué, aún con el paso de los años, seguimos siendo esencialmente los mismos: la prensa ha tenido sus altibajos en cuanto a la libertad de expresión, pero al igual que en sus tiempos, aún se asesinan periodistas por atreverse a decir la verdad, en algunas comunidades las iglesias tienen tanto poder como el gobierno mismo y son capaces de imponer sus intereses sobre los derechos de otros, los gobiernos y personas en poder siguen siendo los mismos, cambiando de nombres rutinariamente en una ilusión de democracia. Seguimos, como sociedad, careciendo de educación y valores, y todavía existe un pequeño grupo de personas que tratan de vivir tan dignamente como las carencias de nuestro mundo actual lo permiten. Me imagino que, si Lizardi pudiera vernos hoy en día, sentiría la misma decepción que sintió cuando los independentistas cayeron en las mismas mañas que los españoles.
El México de aquel tiempo tenía sus problemas tal como los tenemos hoy en día. Trató Lizardi de plasmar los vicios, injusticias, los actos inmorales y la corrupción tanto en sus polémicos folletos como en sus obras literarias, como el Periquillo Sarniento. Quizá no logró todo lo que se propuso, pero tal como quiso que se le recordara en su epitafio, hizo lo que pudo por su patria.



Referencias:
González, L. (1888) Don José Joaquín Fernández de Lizardi, El Pensador Mexicano. México: Oficina Tip. De la Secretaría de Fomento
Raffi-Béroud, C. (s.f.) José Joaquín Fernández de Lizardi: El autor: Apunte biobibliográfico.

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