Quise esperar unas semanas para sentarme a escribir. Pude haberlo hecho desde que volví del viaje, pero las emociones hubieran entorpecido la objetividad. Sin menor preámbulo, a los hechos.
Hace tiempo había visto la convocatoria de Interfaz. En ese
entonces aunque cumplía los requerimientos para postularme, no estaba segura de
poder viajar sola (acababa de cumplir 18) y decidí no intentarlo. Este año, en
enero si mal no recuerdo, volví a encontrarme con la página de Facebook y la convocatoria
para estados del noroeste. Para quienes no lo sepan, las becas de Interfaz son
para la disciplina de literatura (aún no me queda claro cómo se convocó a los
chicos de artes plásticas). La beca incluye transporte a la ciudad donde se
realicen los eventos, estancia en hotel, comidas, transporte a la ciudad de
origen y por supuesto, la asistencia a talleres y conferencias los días que
dure el viaje.
Reuní todos mis documentos, y continué mi vida normal. Por
ello me refiero a que tome en cuenta la opción de que probablemente no sería
elegida. Si, suena pesimista, pero es cierto. Los resultados fueron publicados
en la misma página de Facebook un día antes de lo pactado. De 42 postulados, se
seleccionaron a 17 de las tres disciplinas (ensayo, poesía y narrativa). Al día
siguiente se pusieron en contacto conmigo vía telefónica para acordar logística
de transporte y estancia. Los resultados se publicaron el lunes, y al lunes de
la semana siguiente por la noche estaba abordando un autobús a Culiacán. Fueron
casi 24 horas de viaje, bastante cansadas. Según lo que se comentaba entre los
becarios era la primer ocasión en que se usaba camión en vez de avión, pero
vaya, una maravillosa oportunidad gratuita y todavía exigir, pues no.
A la llegada a la central de Culiacán, los becarios que nos
encontramos en el mismo camión nos reunimos para buscar a quien nos llevaría al
hotel. A la salida encontramos más becarios, quienes nos dijeron que llevaban
una hora esperando. Afortunadamente no me tocó esperar demasiado. En el hotel,
se nos dividió en parejas para las habitaciones y se nos dio cupones canjeables
en el restaurant cruzando la calle. Debo decir que nada era muy lujoso, pero si
era muy lindo y acogedor. La comida también estaba deliciosa.
Al principio, en la convocatoria se mencionó que habría transporte
del hotel a la sede de los talleres, sin embargo, como había en esta ocasión dos
grupos a transportar literatura y artes plásticas), los chicos de artes plásticas
tenían una sede diferente y más lejana, a los de literatura se nos llevó
caminando a la casa de la cultura. Aunque pudiera parecer malo, fue de las
mejores cosas del viaje ya que nos permitió conocer y explorar un poco el
centro histórico del Culiacán.
Los talleres y la conferencia fueron una experiencia única. Salieron
a relucir cosas fuera de la teoría literaria, como por ejemplo el papel del
escritor en México, apoyos a la literatura, tendencias de tema, etc. La rutina
a veces era pesada; por la mañana un taller, por la tarde lectura y uno de los días
saliendo de la lectura tuvimos conferencia. Aun así, se las arreglaron para pasear
y divertirse. Se organizó una salida a la biblioteca Educal, y varias pisteadas
por la noche. El sábado por la mañana, los becarios de Baja California tomamos
de nuevo el camión y emprendimos el viaje de vuelta a casa.
Quizá por el medio de comunicación del festival y la
prontitud de todo pareciera sospechoso, pero realmente es un proceso muy transparente
y seguro. Realmente recomendaría a quien pueda intentar vivir de primera mano
la experiencia. No solamente es enriquecedora desde el punto de vista académico,
sino también desde el personal. La oportunidad de conocer a otras personas en
tu misma situación, con aspiraciones similares y aprender de maestros con
experiencia y conocimiento no se da todos los días.
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