Vacacionar en Mexicali no suele ser precisamente el ideal de nadie.
Bueno, la ciudad no tiene esa cualidad de atractivo turístico que
ciudades con playas poseen. Como muchas otras personas, no tuve más
opción que permanecer en la ciudad aunque desde hacía medio año se
vislumbraba la oportunidad de un viaje a Guanajuato. Como sea, contrario
a mis predicciones iniciales, no fue un mal verano aunque tampoco fue
bueno. Salí casi cada sábado de paseo, y debo decir, eso y la compañía
fue lo mejor de mi verano. Mi única salida a un balneario fue un pequeño
desastre; enfermé del estómago y me quemé la piel.
Analizándolo objetivamente, no hice mucho en el verano, ni tampoco descansé como tenía planeado. Diversas obligaciones y pendientes que había pospuesto todo el semestre se abultaron y reduje el tiempo libre a las tardes que dedique a mejorar mis habilidades de costura. En ese sentido estoy orgullosa, porque avancé enormemente. Aunque la pobreza y la carencia de telas también me detuvieron, confeccioné y diseñé dos vestidos y una mochila que pretendo usar.
Vuelvo a clases con el típico propósito cliché de echarle más ganas al semestre. En realidad haré lo suficiente para estar bien pero lo menos posible para permanecer cuerda y libre de estrés. A estas alturas me parece más importante mantener mi salud intacta y mi estado de ánimo lo suficientemente bueno para no caer en el estrés de nuevo. Sé bien que me hará falta buena actitud de ahora en adelante.
El motivo de este texto no es precisamente recapitular para mis únicos dos lectores lo que hice, o deje de hacer, sino para quejarme del calor.
Si, cada año lo hago, la única diferencia es que este año lo haré
Maldito calor.
explícitamente por este medio. Quizá este verano el calor no fue tan extremo como en años pasados pero de todas maneras sobrevivir fue un infierno. Salir a la cocina de la casa aunque fuera por un mísero vaso de agua te garantizaba volver empapado de sudor. Salir dos minutos directamente al sol era dejarte marcada la ropa en la piel y no había otro remedio que permanecer encerrado en un cuarto con refrigeración o en el patio todo el día bajo el chorro del agua de la llave que por cierta salí tibia o hirviendo.
Analizándolo objetivamente, no hice mucho en el verano, ni tampoco descansé como tenía planeado. Diversas obligaciones y pendientes que había pospuesto todo el semestre se abultaron y reduje el tiempo libre a las tardes que dedique a mejorar mis habilidades de costura. En ese sentido estoy orgullosa, porque avancé enormemente. Aunque la pobreza y la carencia de telas también me detuvieron, confeccioné y diseñé dos vestidos y una mochila que pretendo usar.
Vuelvo a clases con el típico propósito cliché de echarle más ganas al semestre. En realidad haré lo suficiente para estar bien pero lo menos posible para permanecer cuerda y libre de estrés. A estas alturas me parece más importante mantener mi salud intacta y mi estado de ánimo lo suficientemente bueno para no caer en el estrés de nuevo. Sé bien que me hará falta buena actitud de ahora en adelante.
El motivo de este texto no es precisamente recapitular para mis únicos dos lectores lo que hice, o deje de hacer, sino para quejarme del calor.
Si, cada año lo hago, la única diferencia es que este año lo haré
Maldito calor.
explícitamente por este medio. Quizá este verano el calor no fue tan extremo como en años pasados pero de todas maneras sobrevivir fue un infierno. Salir a la cocina de la casa aunque fuera por un mísero vaso de agua te garantizaba volver empapado de sudor. Salir dos minutos directamente al sol era dejarte marcada la ropa en la piel y no había otro remedio que permanecer encerrado en un cuarto con refrigeración o en el patio todo el día bajo el chorro del agua de la llave que por cierta salí tibia o hirviendo.
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